domingo, 30 de octubre de 2016

Hoy volvemos a ser.

Somos porque un día fuimos sin decidir ser esa tierna sonrisa en la boca de un niño, esa bocanada de aire en el último suspiro. Caos en plena Gran Vía y calma frente al mar. Somos huella, somos camino. El resultado de cosas simples en concordancia. El impulso tras la caída. Abrigo en una fría tarde de invierno.
Nostalgia entre recuerdos.
Somos vida y por eso somos pensamiento, crecimiento e inspiración.

Somos hoy, somos mañana, seremos siempre, tan solo se trata de querer y de dejarse ser.





domingo, 14 de febrero de 2016


Sabes hay días que no son días, y que pasan como agua en balde, hay días que son desperdicios, que son desastres garrafales, y que no deberían ser catalogados como días, ya sabes, como por ejemplo los jodidos lunes o los domingos dramáticos. Pero sobre todo esos días en los que no sabes cómo salir del agujero. Esos días en los que ni una ráfaga de aire puro te salva, cuando el resto de cosas te agobian. 
Días en los que no somos personas, sino más bien zoombies dirigidos por la monotonía y la rutina. Simplemente hay días que uno deja de ser para que otros puedan ser.
 Y aun que suene triste, es la pura y cruda realidad.
 A veces, tenemos que bajar cien revoluciones para darnos cuenta de dónde estamos, de que deseamos realmente, pero sobre todo, hacía dónde queremos dirigirnos,
 y dejarnos ser.




viernes, 29 de enero de 2016



Miles de kilómetros podrán separar cuerpos, podrán separar al tacto de piel con piel, a una risa retumbando en el oído, podrán evitar sentir la respiración del otro en tu nuca, el murmullo, evitar silencios incómodos, ahorrar malas caras, días de perros, y días de euforia, e incluso pueden dejar a deber abrazos.
Pero hay algo más fuerte que todo eso, algo que la distancia a pesar de los años, nunca pudo, no ha podido, ni podrá con ello. Yo hablo del cariño, de la amistad, de los sentimientos, de la conexión entre la gente, del sentirte identificado en alguien que no eres tú, y que tú mismo te sorprendas por ello. Y es que los kilómetros nunca se plantearon eso del factor sorpresa, de la improvisación, y del querer. Y oye, que bueno.

Los kilómetros, son números, números disfrazados de carretera, de árboles caídos, de llanos cubiertos de girasoles, prados repletos de vacas, y túneles oscuros que nos comunican con el otro lado. Pero al final de todo eso, de la angustia, del tic nervioso del pie izquierdo, y de la desesperación de las agujas del reloj. Ahí estás tú, ahí estoy yo, y ahí estamos ambos conjugando un nosotros. Y qué bonito, cuando encuentras hogar en ojos de otro, en brazos de otro, y en el hemisferio que sea, pero a su lado.



lunes, 21 de diciembre de 2015

A veces nos olvidamos de quién somos,
de porqué estamos dónde estamos, y
sobre todo,
que fue lo que nos condujo hasta
aquí.
Nos olvidamos de esa pequeña sonrisa traviesa,
de ese beso tan insignificante y a la vez tan
grande.
De la inocencia, del niño que llevamos dentro.
Los problemas nos atrapan,
nos enredan cual red de pesca,
y nos envuelven.
Se difumina la luz,
desaparece la puerta,
y el peso de los parpados es mayor
a la capacidad de superación.
Nos esconden cuatro muros de papel
cual fortaleza de castillo,
inalcanzable, impenetrable.
A veces no somos, para que otros puedan ser.





sábado, 17 de octubre de 2015


Nos dejamos de echar, pasamos de echarnos de menos, a echarnos de más. No sé cómo, pero un día cambió, cambiamos, nos rompimos. Perdimos, nos perdimos. Es doloroso voltear, voltear la vista hacía un lado, hacía el otro, atrás, y ver que ya no estas. 
No nos valoramos. Y duele.
 Duelen los años. Duelen los momentos, los recuerdos. Las fotos de los dos que aun conservó atrincheradas en la pared de mi habitación. 
Duelen los lugares, cada rincón por el que un día caminamos de la mano.
 Duele el presente, duele y no estas. 
Duele lo que no te dí, lo que nos dejamos de dar, lo que no volveremos a recibir el uno del otro. Duele hasta lo que ya no será. Duele y a veces es tan difícil seguir ocultándolo.
Me duele tu risa retumbando en mi cabeza, tus carcajadas tras una batalla de cosquillas en las que acababas ganando a base de besos. 
El lado del sofá que ahora esta vacío. Las tazas para dos que un día brotaban de café.
Mi piel lo nota, ya no estás, y te echa de menos. El tacto de tus labios deslizándose por ella. Anhelar cada una de tus caricias, tus rabietas de niño pequeño.
Cierro los ojos y siento que estás aquí, me rocío de tu antigua fragancia,
y estás presente, conmigo, en mi sofá,
entre mis sábanas, tras mi piel, en mi mente de forma constante.
Me duele que ahora solo nos quedé eso.
Que me quedé eso.
Que no quede.


miércoles, 1 de abril de 2015

Es difícil cuidar lo que se quiere, somos tan frágiles que cualquier cosa podría rompernos en mil pedazos al instante. Hace tiempo que adoptamos esa absurda manía de correr, de huir de lo que nos hace felices por miedo a no ser lo suficiente buenos para merecerlo, y es que no hay peor enfermedad que luchar contra uno mismo, enfrentarte a tu propio orgullo y dejar ser.


Somos como un lienzo repleto de mil tachadas, arrugado y desgastado.
Somos la ultima bocanada de aire antes de volver a coger impulso, el suspiro de quién falta, el viento que golpea nuestra propia cara, lluvia entre legañas. Somos lo que las circunstancias nos hacen y lo que el corazón decide olvidar. Ese recuerdo profundo en la herida, la espina más dulce de una rosa. 
Somos como quién alguien dijo, tan solo polvo de estrella.